Hacía días que el motor de mi gomón no andaba bien. Tenía unos parones inexplicables. Pensé que al cambiar las bujías se solucionaría el problema. No quise ir a Esquel a 30 km. por ahorrar combustible. Parece mentira en plena temporada turística, pero así es, no hay “nafta” y cuando la hay es preciso hacer cola. Por eso me fui a una casa de motos del pueblo vecino, Trevelin, a comprar 2 bujías nuevas. Sin Dios ni ayuda conseguí colocarlas, arrancar y salir del muelle aguas abajo. Después de una curva al aflojar el acelerador se me apaga otra vez el motor como con las viejas bujías. Nuevos arranques y nuevas paradas. Siempre se para cuando busco el ralentí. Se me ocurre poner la palanca de cambio en “avance” mientras el motor está en alta revolución a ver lo que pasa.
Pues lo que pasó fue que el bote súbitamente acelerado dio un salto incontrolado y me tiró al agua con botas y todo.
Está helada el agua del Futaleufú porque sale de debajo de la presa. En esta zona el río se explaya y es muy ancho. Estoy a la mitad, a unos 80 metros de la orilla. Después de aguantar el sofoco que me ocasiona el frío intento primero alcanzar el gomón que se aleja siempre de mí. No sé porque se me ocurre que se va a acabar mi vida pero no tengo miedo. Pienso que la vida me ha dado bastante y que puedo salir de ella. No me viene nada mal despedirme pero, como siempre, mi instinto de conservación puede más que mis nefandos pensamientos.
Comprendo que si persigo el bote me voy a ahogar seguro. Hay gente que persigue ideales y se ahoga sin darse cuenta. No hay nada como enfrentarse con la realidad. Lo importante es alcanzar la costa. Nado como puedo pero me cuesta. Tengo algo de corriente contraria y la sensación de avanzar poco. No me cabe más dudas de que se me va a terminar la película de mi vida. La vida es como una película, un día ves la palabra FIN o THE END en la pantalla. Lo acepto sin pánico y sigo respirando, congelado como un pescado barato. Soy consciente de estar en una frontera y reconozco que es grande la tentación de ir a ver lo que hay del otro lado. Es cuestión de unos minutos. ¡Paciencia!
De repente siento una música extraña que no es sino la voz melódica de una sirena con el busto desnudo, de delicadas tetas, sobrepasando de una canoa. Quiere tirarme un chaleco salvavidas. También yo tengo uno en el bote pero no me lo pongo nunca. Le digo que es mejor que me arrastre mientras agarro la popa de la embarcación y ella a remar como una máquina hasta la costa.
Cuando por fin tocamos tierra veo que tiene hermosas piernas y no cola de pez. Mi decepción es profunda. Experimento un sentimiento de algo inacabado. Ella jadeando me alecciona como si fuera un niño pequeño y me explica todo lo que tengo que hacer para quitarme el miedo. Será sicóloga, seguro. No supone que ha sido un accidente que nunca podrán creer los que me llaman “el Barquero del Futaleufú”. Me enoja tanto con sus ridículas advertencias que no la miro más. Le doy unas gracias convencionales antes de lanzarme mojado hasta los tuétanos por la orilla a ver si puedo rescatar mi gomón que parece derivar hacia una pequeña ensenada a favor de la brisa. Por suerte hoy el viento fuerte se ha parado. Soy de los que tienen suerte hasta en las desgracias.
Saltando vallas y caminando por senderos tapados de zarzas con una agilidad que ya no pensaba tener, alcancé el bote casi orillado y conseguí izarme dentro. Pero, como las mismas causas producen los mismos efectos, no lo pude mover. El motor me cantó el mismo estribillo que antes. Lo até a un árbol como un caballo inútil y regresé andando.
Más tarde el hijo del dueño del camping me ayudará con su potente lancha a arrastrar mi desahuciada embarcación hasta el muelle de donde me puse a mirar el mágico río que pareció decirme :
Hoy te libraste de milagro pero algún día aceptarás tu destino porque así se fabrican los mitos.
Y yo pensé para mis adentros :
Sólo un cátaro puede encontrarse con una sirena que en vez de llevárselo aguas adentro le perdona la vida.
feb. 2012 (www.guyroques.moonfruit.com)